lunes, 2 de julio de 2007

Montañas rusas.


Un relato dedicado.

Montañas rusas.


Ya había llegado Junio y con él las fiestas de mi barrio, todos bajaríamos, todos sabíamos que no había nada lo suficientemente importante como para no bajar al parque en esos días. Los chicos decían que había perdido brillo en la mirada. Hacía ya un mes que te habías ido. Sé que esta noche te veré por la feria. Los chicos del barrio dicen que hoy brilla mi mirada.

Llegamos sobre las 9 y todo era como era todos los años. Conforme ibas caminado por la arena del parque te ibas encontrando con conocidos. La mayoría me caían mal pero les saludaba amigablemente. Alguno me preguntaba por ti, yo simplemente les decía que estarías por aquí, pero que no estaba seguro. Nada más, no me apetecía hablar. Caminamos entre las atracciones, me quedé un rato mirando la montaña rusa, olía a algodón de azúcar y a verano. Bordeamos los coches de choque, no nos queríamos encontrar con los que se alegrarían de encontrarnos, sobre todo con los bolsillos llenos. Nos sentamos en la hierba, hablaron de chicas, bebimos cerveza y fumamos porros. A las 10 empezaba a tocar un tipo del que no sabía nada. Sabía que estarías entre la gente.

El tipo que cantaba tenía pinta de no haber tenido suerte, podía haber llegado a estrella pero sonaba demasiado bien y ahora va de feria en feria. Pasaron las canciones. Te buscaba en la cara, en el pelo, en el culo de cada chica que veía. Se acababa el concierto. Sin decir nada dejé a mis amigos, encendí un cigarrillo y fui a buscarte. Esquivé a mucha gente antes de verte a ti esquivando a mucha gente. Nos miramos. Nos acercamos. Nos abrazamos.

Abrazados bailamos sin movernos. Con mi pecho entre tus pechos y tu cara apoyada en mi cuello sentí que volvía a mi casa, que estaba de nuevo en mi hogar. Sentí de pronto todo lo sentido, toda la fuerza, todo el amor. Pensé en susurrarte que te quería, que te iba a cuidar cada día del resto de nuestras vidas, que aunque estaba seguro de que volverías a escaparte estaba aún más seguro de que te encontraría. Pero no dije nada. Desde el primer abrazo sentí que estabas tan lejos como algo inalcanzable, pero en ese momento me agarraba a tu cuerpo como un niño perdido a la mano de su madre.

Sentí todo eso sin decir nada. Nos despegamos y nos miramos. Miré en tus ojos y, como siempre, no entendí nada. Sabía que en cualquier momento volverías a dejarme como a un niño perdido que busca la mano de su madre. Pero esa noche estaba allí contigo y mientras los chicos daban los últimos tragos y el tipo que nunca llegó a estrella terminaba su canción, yo tenía a mi lado a la chica más bonita del barrio.

No hay comentarios: