martes, 3 de febrero de 2009

Tronc Ovest



Podría hablar de muchas cosas.

Podría hablar de aeropuertos y de aviones. De retrasos. De no saber si llegas pronto o tarde o si en tu tarjeta de embarque está la clave de tus sueños o de tus pesadillas. Podría hablar de tipos que bailan salsa en las salas de espera y que hacen reír a las muchachas japonesas. O de chicas gordas que sacan su cuaderno y pintan los rostros de los viajeros.

Podría hablar de una ciudad llamada Florencia, con gigantes perfectos y milagrosos como palomas que aparecen congeladas en las fotos. Podría hablar del Neorrealismo Italiano y de "Arroz Amargo" que me enseñó a Silvana Mangano y a Vittorio Gassman . O de tipos solitarios que desde un pasillo de un lúgubre hospital hablan de cúpulas imposibles.

Podría hablar de trenes italianos y de las montañas que se ven desde sus ventanillas. O de los ojos verdes de una española y el salitre en su mirada que mira las montañas que se ven desde las ventanillas. Podría hablar de montañas rusas. O de despedidas en las puerta de los cines que hacen que te guste la lluvia sólo porque estás convencido de tener paraguas.

Podría hablar de un pueblo llamado Lucca y de Puccini. De murallas oscuras y lluviosas. De gaditanos guitarristas que encienden besos con la chispa adecuada. Del calor de tu cuerpo en la cama. Podría recomendaros el vodka con fresa y las focaccace de jamón york, queso y champiñones. O que vayáis a tomaros una coca-cola mirando al río.

Podría irme atrás y hablar y hablar bien de Revolutionary Road y sus grandes actores. O de “El Truco del Manco” y volver al debate de la realidad y de la vida. O irme adelante y valorar una buena gala de los Goya. O volver al tiempo preciso y hablar de ferias de discos y de halcones ingleses y viajes a Darjeeling. O contaros detalladamente cómo es pasear sobre el río con la chica del puente.

Podría hablar muchas cosas y no hablar de nada y mear fuera del blog al no hablar de lo que hay que hablar, de cine. Pero, ¿acaso no hay que vivir para contar?